Ejemplo a tener en cuenta

Este año pasará a la Historia como el de las abdicaciones. Hasta hoy, la reina Beatriz de los Países Bajos, de 75 años, el 30 de abril. El emir Hamad de Qatar, de 61, el 25 de junio. Alberto de los belgas, de 79, ayer. Hasta el Papa Benedicto XVI, «monarca electo» (Pérez Maura dixit), de 86 años, el pasado 28 de febrero.

Y es, por tanto, el año de los nuevos titulares: Guillermo, de 45; Tamin, de 33; Felipe, de 53, y Francisco, de 76. Además, dos plebeyas se han convertido en reinas consortes: Máxima y Matilde. Y, desde ayer, una segunda niña, Isabel, de 12 años, pasa de ser heredera del heredero a heredera del rey. La primera fue Catalina Amalia de Orange, de nueve años, heredera del rey Guillermo de Holanda.

Ello no quiere decir que las abdicaciones sean obligatorias. En nuestro país, por supuesto, hasta que el rey muera, lo debe seguir siendo, a pesar de los irresponsables que piden que siga el ejemplo de sus colegas.

España y Bélgica son dos países con muchas similitudes. En ambos casos, la forma política de Estado es la monarquía parlamentaria. Y ambos tienen similares problemas territoriales, con la tensión entre flamencos y valones en Bélgica, y el nacionalismo vasco y catalán en España. Por ello, el leit motiv del discurso de abdicación de Alberto II fue la unidad. Con voz emocionada, pidió que todos se esfuercen en mantener la cohesión del país y que apoyen a su hijo, el nuevo rey.

A diferencia de España, donde hasta la consorte se permite decir que cuando ella sea reina muchas cosas van a cambiar, Felipe –no el nuestro, sino el de los belgas– no quiere cambios absolutos sino continuidad modificada con reformas pertinentes, nunca con cambios revolucionarios». Con ello demuestra no sólo sentido de responsabilidad y reconocimiento de que su padre ha sido un buen rey, sino inteligencia. Del heredero español se dice que es el «mejor preparado de todos los príncipes». A Felipe de los belgas siempre se le ha cuestionado su preparación.

Sólo un detalle de la injusticia de tal rumor: Felipe, en la época de duque de Brabante –título del heredero belga, equivalente al de Asturias para el español– era un habitual del club Bilderberg, al que acuden las personalidades más prestigiosas del planeta: altísimos ejecutivos de los principales bancos de inversión del mundo, líderes de parlamentos, abogados prestigiosos de Europa y Estados Unidos, estadistas, senadores, líderes de opinión y miembros de casas reales. La Reina Sofía, entre ellos. En sus reuniones anuales suelen tomarse grandes decisiones que mueven el mundo.

El nuevo rey de los belgas no lo va a tener fácil. Para empezar, se encuentra en vísperas de unas elecciones cuyos resultados pueden afectar profundamente a la Corona. Será la piedra de toque del soberano. Sus conversaciones, entre flamencos y valones, serán difíciles y complicadas. Como su padre, tendrá que descender desde el trono al ruedo de la política para coger el toro por los cuernos, a riesgo de ser empitonado. Las consecuencias serían demoledoras.

Pienso que el rey Alberto, título que sigue conservando, le será de gran ayuda, el más importante y leal de sus consejeros en la sombra. ¡Dios salve al rey!